Hui celebrem en tot el món el Dia del Llibre Infantil. Hui és l'aniversari del naixement de Hans Christian Andersen (1805-1875), gran escriptor danès i un contista universal. Més de 150 contes donen testimoni de la seua gran llavor de recopilador i creador de contes (els podem llegir digitalment). Obres tan clàssiques i conegudes com L'aneguet lleig, El vestit nou de l'emperador, El soldadet de plom, La reina de les neus, La sireneta, El rossinyol, La venedora de llumins, El sastre valent, La princesa i el pèsol i un llarg etcètera. Us aconsellem que li donem una llarga llegida al llibre Contes de Hans Christian Andersen, de l'editorial Baula.
Aquest any és Espanya l'encarregada de fer el cartell i el missatge. L'escriptor Eliacer Cansino ha escrit el missatge Un libro te espera, búscalo! / Un llibre t'espera, busca'l! i Noemí Villamuza ha confeccionat el cartell (per cert, ens ha encantat). És un dia de festa gran i res millor que celebrar-ho llegint, acudint a les llibreries i biblioteques, compartint la lectura grans i menuts.
Festegem-ho llegint!
Cartell:
Missatge:
Un libro te espera, búscalo!
Se aprende a jugar antes que a leer. Y a cantar. Los niños de mi tierra entonábamos esta canción cuando aún ninguno sabíamos leer. Nos juntábamos en corro en la calle y, disputándonos las voces con los grillos del verano, cantábamos una y otra vez la impotencia del barquito que no sabía navegar.
A veces fabricábamos barquitos de papel y los poníamos en los charcos y los barquitos se hundían sin conseguir alcanzar ninguna costa.
Yo también era un barco pequeño fondeado en las calles de mi barrio. Pasaba las tardes en una azotea mirando ocultarse el sol por el poniente, y barruntaba a lo lejos –no sabía aún si a lo lejos del espacio o a lo lejos del corazón– un mundo maravilloso que se extendía más allá de donde alcanzaba mi vista.
Detrás de unas cajas, en un armario de mi casa, también había un libro chiquito que no podía navegar porque nadie lo leía. Cuántas veces pasé por su vera sin darme cuenta de su existencia. El barco de papel, atascado en el barro; el libro solitario, oculto en el estante tras las cajas de cartón.
Un día, mi mano, buscando algo, tocó el lomo del libro. Si yo fuese libro lo contaría así: “Un día la mano de un niño rozó mi cubierta y yo sentí que desplegaba mis velas y comenzaba a navegar.”
¡Qué sorpresa cuando por n mis ojos tuvieron enfrente aquel objeto! Era un pequeño libro de pastas rojas y ligranas doradas. Lo abrí expectante como quien encuentra un cofre y ansía saber su contenido. Y no fue para menos. Nada más empezar a leer comprendí que la aventura estaba servida: la valentía del protagonista, los personajes bondadosos, los malvados, las ilustraciones con frases a pie de página que miraba una y otra vez, el peligro, las sorpresas…, todo, me transportó a un mundo apasionante y desconocido.
De esa manera descubrí que más allá de mi casa había un río, y que tras el río había un mar y que en el mar, esperando zarpar, había un barco. El primero al que subí se llamaba La Hispaniola, pero lo mismo hubiese dado que se llamase Nautilus, Rocinante, la nave de Simbad, la barcaza de Huckelberry…; todos ellos, por más que pase el tiempo, estarán siempre a la espera de que los ojos de un niño desplieguen sus velas y lo hagan zarpar.
Así que…no esperes más, alarga tu mano, toma un libro, ábrelo, lee: descubrirás, igual que en la canción de mi infancia, que no hay barco, por pequeño que sea, que en poco tiempo no aprenda a navegar.
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